Si la magia se pudiera ver y tocar, diríamos que hemos vivido esta experiencia en el pueblo de San Martín Tilcajete, cuna de los pintorescos y místicos alebrijes.

Este encantador pueblo se ubica al sur de la ciudad de Oaxaca, en donde podrás maravillarte con un sinfín de alebrijes, diversos en formas tamaños y colores. Creaciones que evocan a seres místicos, animales nocturnos y figuras llenas de fantasía, en donde no existe límite para la creatividad.

Muchas familias se dedican al bello arte de los alebrijes. Todos los días se dedican a la talla de figuras en madera de copal (los alebrijes que encuentras en la ciudad de México o en otros puntos de la república son fabricados en papel mache) y las decoran con pintura de vinilo para luego comercializarlas en plazas y mercados.

En Oaxaca, esta tradición de tallar animales en madera, es muy antigua. Antes los alebrijes se conocían como tonas (derivado de la cultura zapoteca). Su cosmovisión se basaba en espíritus, nahuales que fungían como guías en la vida de cada persona de acuerdo a su día de nacimiento. En el calendario prehispánico se encuentran 20 tonas de animales: coyote, armadillo, tortuga, lagarto, serpiente, rana, conejo, venado, búho, perro, mono, jaguar, águila, pescado, mariposa, colibrí, caracol, tlacuache y cenzontle.

Cuando visites San Martín Tilcajete, encontrarás estas coloridas figuras por doquier y te toparás también con muchos talleres en donde son fabricados. En la plaza principal, verás artesanos que ofrecen sus alebrijes con formas de nahuales, dragones, o caballos alados. Artesanías que nacieron de la imaginación y que proyectan parte de la identidad del pueblo zapoteco.

Otro aspecto a destacar de sus tradiciones es su colorido carnaval, el cual se venía realizando cada año, un día antes del miércoles de ceniza. Esta gran fiesta es una tradición ancestral de la cual no de tiene registro de cuando se originó. Pero, cuando tengas oportunidad de ir en esas fechas, te contagiarás de la gran energía, verás desfilar a hombres, mujeres y niños disfrazados con máscaras de madera de copal, que ellos mismos han tallan y decoran. Su cuerpo lo pintan con pintura vinilica o aceite quemado y lo que podremos observar es que ellos se convierten en alebrijes vivos.